En la antigüedad, había un anciano que vivía en la frontera. Todo el mundo lo llamaba el tío Sai o el anciano Sai.
Un día, por casualidad, el anciano Sai logró un buen caballo y todos sus vecinos lo felicitaban, pero él, no muy contento, contestaba:
- No me parece una cosa tan buena.
Algunos meses más tarde, el anciano olvidó cerrar el corral y el caballo salió y se perdió en las montañas. Sus vecinos, al enterarse, manifestaron su pesar al anciano, quien les dijo que quizá aquello no fuese tan malo. Semanas después el caballo apareció a la puerta de la casa acompañado de una hermosa yegua, y todos los vecinos hablaron de la suerte que el anciano había tenido. El hombre les respondía que posiblemente aquello no fuese tan bueno.
Dos días después, el único hijo de Sai montó el caballo y cayó rompiéndose una
pierna. Todos sus vecinos le consolaron, pero Sai les decía:
- Creo que no es mal asunto.- Como podéis pensar, nadie le entendía.
El emperador de aquel momento, una persona muy ambiciosa, entró en guerra con el país vecino y ordenó que todos los jóvenes debían ir al campo de batalla para invadir a país enemigo; pero el hijo de Sai, como cojeaba, no pudo alistarse en el ejército.
Podemos encontrar otra versión de la misma historia recogida por Hermann Hesse. Pincha aquí.
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