Me gustan los cuentos.

Este pretende ser el lugar donde colocar aquellos cuentos que me gustan. Irá creciendo poco a poco. Andrés Guerrero Alcázar

viernes, 2 de enero de 2009

El dibujante de pájaros

Contaba la historia de un emperador chino que llamó un buen día al mejor de los muchos dibujantes de su corte –ya se sabe del gusto chino por las caligrafías y los dibujos rápidos con pincel– y le pidió que le hiciera el retrato de un pájaro. (*)
El dibujante asumió el encargo y se retiró.
Pasaron los meses. El emperador, que no olvidaba su petición, mandó recado al concernido. «¿No tenemos nada?», le preguntaron sus enviados. «Decidle a mi señor que estoy en ello», respondió el artista.
Lo mismo sucedió a los dos años. Idéntica pregunta, la misma respuesta.
Cuatro años después, el emperador, ya decididamente molesto, optó por ir en persona a ver al dibujante. «Mi buen artista, ¿seguimos sin dibujo?», le inquirió , con gesto severo.
El dibujante, con aire ensoñador, masculló: «Ah, sí, sí... El pájaro... Un momento». Y tomó entre los largos dedos de su mano derecha un pincel de delicadas cerdas, lo hundió en el tintero y zas, zas, zas, marcó media docena de decididos trazos sobre un pergamino.
Aquellas pocas enérgicas rayas, por momentos delgadas, de pronto más gruesas, se engarzaban entre sí dando vida a un pájaro maravilloso, lleno de fuerza y de energía, que parecía estar a punto de tomar vuelo desde el cuidado papel del esteta.
- «¡Qué portento! ¡Qué manos tienes, hombre genial!»- exclamó el emperador, extasiado.
Pero, al cabo de un instante, volvió su mirada, de nuevo adusta, en dirección al dibujante. «¿Y para dar media docena de brochazos has necesitado cuatro años?», le reprochó con enfado.
«Sed tan amable y bondadoso de acompañarme a mi estudio, señor», respondió el artista. Y condujo al emperador hasta el enorme salón de techo acristalado que utilizaba como lugar de trabajo. Por todas partes –paredes, suelos, ventanas, escaleras–, se veían dibujos de pájaros, en todos los colores, en todas las posiciones posibles. Cientos y más cientos de dibujos de pájaros.
Volvióse entonces el artista hacia el emperador y le dijo con voz de acento cuitado: «Señor: para que pudiera dar los seis golpes de pincel correctos, éste tu devoto servidor ha necesitado dibujar durante cuatro años muchísimos miles de trazos torpes, inconvenientes, errados».



Otra historia, que posiblemente también conozcáis, describe lo que le sucedió a un menda al que no le arrancaba el coche. Nada: venga a darle a la llave, runrún , el motor de arranque girando y que si quieres arroz, Catalina. De pronto, el tipo se da cuenta de que está aparcado justo frente a un taller de reparación. Se baja y le pregunta al encargado si puede mirar lo que le pasa a su vehículo. El hombre se acerca, le pide que levante el capó y que accione el arranque. El mecánico oye aquello, lo ojea, vuelve al taller, regresa con un destornillador, se sumerge bajo el capó y, al cabo de un minuto, le dice al del coche: «¡Vuelva a intentarlo!».
Y el otro vuelve a intentarlo, y el coche arranca.
- « ¡Fantástico! ¡Muchísimas gracias! ¿Qué le debo? », dice el automovilista.
- « Cincuenta euros », le responde el del taller.
El de la avería lo mira con cara de escándalo: « ¿Cincuenta euros por apretar un tornillo? ».
«No, señor», le contesta el otro, sonriendo. «No le cobro por apretar el tornillo, sino por saber qué tornillo era el que había que apretar».
Son dos historias con moraleja.